Es triste, muy triste, pero no albergo ninguna expectación o “hype”, como se dice ahora, por lo que vaya a hacer mi equipo del alma la próxima temporada. Es la primera vez que me pasa, pero me he despertado hoy con la sensación de estar metido en el “Día de la Marmota”, y como aquel meteorólogo de Pittsburgh, magistralmente interpretado por Bill Murray, deambulo entre la estupefacción y la fascinación de saber lo que va a pasar en cada momento.
La agencia libre avanza inexorablemente y a Pittsburgh llegan jugadores de los que ya jugaron sus mejores partidos hace tiempo. A cambio, nos despedimos de nuestras propias viejas glorias.
Llegará el draft y Omar Khan obtendrá una puntuación de A+ para gozo de todos los expertos, y de muchos e ingenuos aficionados. Con un par de “robos” clarísimos, pero que ya sabemos todos que no será así, o al menos yo lo sé, que soy el puto Bill Murray el 2 de febrero.
En su previa de pretemporada, los amigos de “El Capologist” determinarán, como cada año, que Pittsburgh Steelers, por fin, bajarán al sótano de la AFC Norte y quedarán en último lugar de la división. Pero no, no será así.
Nuestro flamante líder, Don Mike Tomlin Parera, caminará por la banda con media sonrisa en la cara y el rabo rozando el turf, el día que se asegure su enésima temporada sin récord negativo.
Y habrá quien me diga que esto no tiene porqué ser así, y que depende mucho de la llegada de Aaron Rodgers, o la NO LLEGADA. Pero están equivocados, porque a Mike Tomlin le da igual quien haya de QB. Le da igual que se llame Rudolph, Trubisky, Rodgers, Wilson… da exactamente lo mismo. Tomlin los trata como a los personajes de Fortnite, que los hay a millares, todos distintos, algunos más chulos que otros, pero que no ofrecen ninguna ventaja unos sobre los otros, es tan sólo un complemento estético que no afecta al resultado final.
A mí ya no me pillan, no pienso dejarme llevar un año más por la esperanza de ver un cambio sustancial. Es mejor mirar de frente a la realidad y afrontar que vamos a tener que aguantar la falta de ambición del grandullón de Hampton hasta que tenga la barba lo suficientemente blanca como para hacer de Santa Claus para sus nietos.
Y si en verdad estoy en el día de la marmota, soy consciente que cuando se esfume mi enfado, quizás la semana que viene, y acabemos firmando a Rodgers, o no, que más da si esto es el fortnite. Pues me empezaré a olvidar de toda esta farsa que he escrito y llegará septiembre y me iré a hacerme la foto con mis amigos tan feliz e ilusionado como todos los años.
Maldita marmota… Fire Tomlin!
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