Como aficionados de la NFL, todavía nos quedan un par de semanas de emociones, buen football y partidos que nos tengan al borde del sofá. Aunque para aquellos que somos fans de los Pittsburgh Steelers, el sábado fue el punto y final a una temporada en la que nos fuimos a casa a la primera de cambio. Lo malo de todo esto es que empieza a existir una sensación de déjà vu constante. Algo que ya hemos vivido otras tantas veces en los últimos años y que no debería producirnos sorpresa alguna.
Todo se ha convertido en una rutina más en Pittsburgh
Ver cómo el equipo se clasifica para los playoffs, pero saber que hay rivales muy superiores a ti. Afrontar la semana convencido que no se puede ganar, pero ilusionarte según van pasan los días.
Ver el kickoff pensando «y, ¿si sí?”, pero que la realidad – vestida de Lamar Jackson y Derrick Henry esta vez – te mate esa ilusión yarda a yarda. No saber si irte o no a dormir al descanso porque estos tipos no merecen que pierdas el sueño por ellos, pero quedarte porque no puedes dejar de ver a tu equipo en un partido de playoffs.
Y, por fin, tumbarte en la cama y pensar que las cosas deben cambiar sí o sí… pero saber que esta historia ya la has vivido antes.
El problema viene cuando todo esto se vuelve recurrente
Cuando conseguir un récord positivo pasa de ser indicativo de buen trabajo o señal de ser contendiente a un mero check en la continuación de la racha del entrenador. Cuando el estándar deja de ser suficiente.
La NFL es una liga de emociones, una montaña rusa de subidas y bajadas, de picos y valles. En ella viven las franquicias y aficionados de este deporte. Pero no en Pittsburgh.
Los Steelers han acabado por convertir definitivamente la competición en un llano, sin altos ni bajos. Continuidad y estabilidad. Palabras que anhelan tantas franquicias que viven en un caos absoluto y que, sin embargo, en Pittsburgh han alcanzado su punto álgido de ironía.
En caliente los análisis tienden a ser vehementes. La gente sueña con resignación dejar de verse una y otra vez anclada en el mismo día, pero con Mike Tomlin en vez de Bill Murray de protagonista. Se pide despedir a la mitad de la plantilla, dar la vuelta al staff e incluso vender el estadio si es necesario. Ahí saltan los cautos, que te recuerdan que franquicias como los Chiefs de Patrick Mahomes o los Patriots de Tom Brady no son la norma, sino la excepción (bien lo saben Jets, Cardinals, Bears o Raiders). Y no les falta razón, pero también hay ejemplos de franquicias que, ancladas en la mediocridad, saltan al vacío y triunfan, apostando todo para convertirse en candidatos perennes al anillo (Bills o Lions, mismamente).
Que es una situación complicada es evidente. Miras hacia arriba y ves la potencial mejoría a alcanzar, con la emoción propia de conseguir el tan ansiado séptimo anillo. Pero también te enfrentas al miedo, a la caída, a cambiar demasiado las cosas y verte durante años vagando sin pena ni gloria en el top 10 del Draft.
El futuro
Quedan muchas semanas para debatir y decisiones por tomar en el seno de la franquicia. Artículos y podcasts que analizarán qué es y hacia dónde van los Pittsburgh Steelers. Pasarán los días y las semanas y todo volverá a su curso natural. Lo siguiente será si se debe renovar a tal jugador, buscar un trade por tal otro, qué chico coger en el Draft o qué QB debe ser titular el año que viene.
Una cosa está clara llegados a este punto, y creo hablar por el sentir general de la mayoría de los aficionados. Es el momento de agitar la coctelera. De tomar decisiones y preguntarse qué quiere ser esta franquicia de aquí a 5 años. Porque este equipo siempre ha competido y dudo que deje de hacerlo. Pero no podemos estar para siempre conformándonos con un bien o un notable bajo, cuando aquí de lo que se trata es de sacar matrícula. Y no vale con que la gran mayoría de la clase suspenda. Tus notas te las ganas tú, en este caso en el campo, sin excusas de lo que hace o deja de hacer el resto. Pero, sobre todo, no se puede exigir otra cosa a una franquicia con una historia como la nuestra y seis trofeos Vince Lombardi en las vitrinas que el que sea inconformista. Que vaya siempre a por más.
“If this is the standard, the standard should not be the standard anymore.”
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