La grandeza de un deportista no se advierte tanto en las victorias como en las lecturas y enseñanzas que extrae de cada una de sus derrotas. Hace una semanas nos dejaba Don Shula, sin duda uno de los más grandes entrenadores de la historia de la NFL, e insisto, no tanto por sus anillos, records o proezas como la irrepetida temporada perfecta, como por su extraordinaria capacidad para racionalizar los fracasos con humildad e inteligencia.
Y es que esa cualidad la aprendió muy pronto, no en vano, siendo aun jugador, perdió con los legendarios Browns de Paul Ídem dos NFL Championship Games seguidos ante Rams y Lions en 1951 y 1952, respectivamente. En 1964 volvió a perder un partido final, esta vez como entrenador de los Baltimore Colts y ante su antiguo equipo de Cleveland, esta vez bajo la propiedad de Modell, la batuta de Collier y el juego abrumador de Jim Brown, Frank Ryan o Paul Warfield. Pero sin duda, la lección más fructífera que recibió Shula la tomó el 12 de enero de 1969.
Los que sostenían que el nivel de la AFL era inferior al de la NFL, vieron ratificados sus prejuicios las dos primeras temporadas unificadas, pues los Packers se alzaban el 15 de enero de 1967, en el Memorial Coliseum de Los Angeles, con el primer Super Bowl al derrotar a los Chiefs por un contundente 35 a 10, que se habían hecho acreedores de representar a la AFL derrotando a los Buffalo Bills quince días antes. La temporada siguiente, los queseros de Green Bay revalidaban el título, esta vez frente a los Raiders, reafirmándose así el dominio de los conjuntos de la NFL sobre los de la AFL.
El 29 de diciembre de 1968, en el Shea Stadium de Queens se enfrentan los Jets y sus odiados Raiders por un ticket para la Super Bowl de ese año en Miami. Joe Namath lanzó ese día para 266 yardas, 3 touchdowns y una intercepción. Ganaron y viajaron a Florida a disputar el III Super Bowl en el Orange Bowl, donde les esperaban los campeones de la NFL, que ese año habían sido los todopoderosos Colts de Don Shula, quienes se presentaban en la final con un tremendo balance de 13-1 tras haber pulverizado a los Browns en la final de la NFL por 34 a 0. La práctica totalidad de la opinión pública y publicada consideraba que esta tercera edición del Super Bowl volvería a ser un paseo militar para el conjunto representante de la NFL. Días antes del partido, en una cena organizada en el Touchdown Club del Miami Springs Villa, harto de las reiteradas faltas de respeto y muestras de desprecio hacia los Jets pronunciadas en el evento al que asistía como invitado, Namath se levantó y tras chocar su vaso de Crown con una cucharilla, pidió un momento de atención para pronunciar el sintagma legendario que ha quedado inscrito en letras de oro en la historia de los Super Bowls:
«Wait a minute, let’s hold on. You Baltimore guys have been talking all week,
but I’ve got news for you, buddy. We’re gonna win the game. I guarantee it.”
Estaba tan seguro de lo que dijo, que el resto de semana previa al partido se lo pasó tomando el sol en la piscina convenientemente hidratado.
Por cierto, en aquellos Colts, el coordinador defensivo y backfield coach se llamaba Chuck Noll, fichado por Shula en 1966, tras haber trabajado seis años con los Chargers de Gillman.
Aquel año, las perspectivas de los Colts no eran nada halagüeñas al principio de la temporada toda vez que Johnny Unitas se lesionó tempranamente, llevando a la titularidad al fiable pero gris Earl Morrall, que sin embargo, aquel año firmó una temporada regular extraordinaria, liderando la liga en el rating de pase, lo que le valió una plaza en el Pro Bowl. Tan así fue que Shula, a pesar de contar ya con un recuperado Unitas, apostó por mantener a Morall en la titularidad, agradeciéndoselo éste con la referida y contundente victoria en el NFL Championship Game sobre Cleveland.
En la primera mitad de la final de Miami, Morrall completó 5 de 15 pases para 71 yardas, sin touchdowns, tres intercepciones y un paupérrimo 10.0 de rating. A pesar de su muy mejorable prestación y teniendo como tenía a un casi recuperado Unitas en el banquillo, Shula optó por mantener sobre el césped al hombre que les había llevado a Florida. No obstante, ante lo crítico de la situación, cuando quedaban cuatro minutos del tercer cuarto, el entrenador en jefe de los Colts retiró al superado Morrall, sustituyéndolo por el mítico 19 que, sin embargo, llegó demasiado tarde a la fiesta que, como todo el mundo sabe, fue de color verde. Años después, Broadway Joe confesaría que él y muchos de sus compañeros de equipo estaban literalmente aterrorizados con que un Unitas que acreditaba 29 remontadas en el cuarto periodo, comenzara jugando la segunda mitad…
Quince días después de esa dolorosa e inesperada derrota, los Steelers anunciaban a Noll como su nuevo entrenador en jefe, sustituyendo a Bill Austin, el envenenado regalo que Vince Lombardi hizo a la familia Rooney dos años antes. Pues bien, en 1972, Shula llevó a sus invictos Dolphins al Three Rivers Stadium para disputar el Campeonato de la AFC, después que los acereros hubieran sellado su primera victoria en playoffs Inmaculada Recepción mediante una semana antes.
Nótese como aquellos Dolphins estaban en una situación que recordaba extraordinariamente la de los Colts de 1968. Si entonces Unitas era el lesionado, hogaño era el gran Bob Griese el lastimado, cuyo sustituto era… ¡Earl Morrall!, Y como tres años antes, el partido le volvió a venir grande, pues en la primera mitad ya había sido una vez interceptado, promediando únicamente 4.6 yardas por pase completado.
Y aquí es cuando asoma la diferencia entre un buen y un gran técnico. Shula en esta ocasión no esperó hasta el final del tercer cuarto para introducir en el emparrillado al quarterback titular. El primer drive de la segunda mitad ya estaba Griese a los mandos, conduciendo a Miami a la victoria por 21-17 y apartando de la carrera a los emergentes Steelers.
Las enseñanzas de la lacerante derrota en el III Super Bowl, y su oportuna asimilación, permitieron a Shula alcanzar el glorioso VII Super Bowl. Noll, que también estuvo en la debacle del Orange Bowl de 1969 y ahora en la banda de los derrotados Steelers tras el subidón proporcionado por Franco Harris, también aprendió la lección. Cum laude.