Ernie Lee Holmes no estaba muy bien de la cabeza. En la NFL actual no hubiese jugado durante mucho tiempo. Se cuentan infinidad de anécdotas sobre Holmes que harían palidecer al más canalla de los jugadores que ahora pueblan los campos de la NFL.
Pasó su infancia en una pequeña granja de Texas, y desde pequeño le apodaban despectivamente “FATS” (Grasas). Antes de graduarse ya fue padre por dos veces, y necesitaba llegar a la NFL más que cualquier otro jugador universitario. Sus problemas económicos eran más que evidentes, y no dejaría pasar la oportunidad de ser profesional. Cuando fue elegido en el draft de 1971 por los Pittsburgh Steelers, así se lo hizo saber a Dwight White durante la recepción que organizó el equipo para presentar a los jugadores elegidos en el draft. Mirándole a los ojos y diciéndole que allí sólo había sitio para uno de ellos, y sería él el elegido.
Se dejó la piel en cada entrenamiento y en cada partido, no podía fallar, los cheques debían llegar a su familia regularmente, y esta situación vital le amargaba profundamente. Nadie quería estar frente a él en los entrenamientos y más de una vez le tuvieron que pedir que aflojase el ritmo, para no lastimar a sus propios compañeros.
Gracias a la retirada de Ben McGee, finalmente consiguió el ansiado puesto de titular en 1972. Pero a pesar de conseguir cierta estabilidad, sus excentricidades eran habituales. Su labor dentro del campo parecía justificarlo todo, pues se dejaba el alma en cada snap.
En marzo de 1973, la relación con su mujer se rompió del todo, y el bueno de Ernie entró en pánico. Había hipotecado todo su dinero, y su esposa le amenazaba con un divorcio muy costoso. El miedo a perder a sus hijos le aterrorizaba. Llamó a Rooney para pedirle ayuda, sobre todo económica, y este le dijo que le ayudaría de alguna forma, pero que tenía que aparecer por las oficinas en Pittsburgh. Condujo toda la noche hasta llegar a los tres ríos, sin dormir. Cuando quiso entrar a las oficinas, todavía permanecían cerradas. Optó por seguir conduciendo, sin rumbo, agotado, y amenazado por los fantasmas de su cabeza. Se detuvo ante un coche de policía que atendía un accidente y les dijo que los camiones le perseguían para echarlo de la carretera. La policía le ignoró, pero esa idea se hizo fuerte en su cabeza y decidió sacar un arma y disparar desde su vehículo contra las ruedas de los camiones. La policía lo persiguió a gran velocidad y Ernie decidió salir de la carretera principal por un camino. Pinchó una rueda de su coche y huyó a una zona boscosa, con el arma en la mano. Un helicóptero de la policía lo seguía por el aire, y Ernie no dudó en dispararle para que se fuese. Finalmente fue detenido. Esa noche de sábado, Rooney recibió una nueva llamada de Ernie, esta vez desde el calabozo. Rooney le prometió que le ayudaría. Después de pasar el fin de semana entre rejas, logró sacarlo de allí bajo fianza de 45 mil dólares, y rápidamente lo ingresaron en un hospital psiquiátrico. Estuvo ingresado allí durante varios meses en los que Art lo visitaba casi a diario.
Todo este lío fue pagado por los dueños de la franquicia, lo que hace resaltar lo importante que era este jugador para el equipo. Después de su paso por el hospital, se declaró culpable de asalto con arma, y se le concedieron 5 años de libertad condicional. Poco después, como si nada hubiese pasado, se reincorporó al equipo.
Dejó momentos memorables, como cuando en el calentamiento del campeonato de la AFC contra los Raiders, se acercó a la banda contraria para decirle “amigablemente” a Gene Upshaw lo que la defensa de Steelers le harían a él y a sus compañeros.
O cuando justo antes de enfrentarse a los Kansas City Chiefs, se cortó el pelo de la cabeza con una punta de flecha, ante la estupefacción de todos. Ese día se ganó un nuevo apodo, “arrowhead”.
Jugó en Pittsburgh hasta 1977 y formó parte de la cortina de acero, que haría temblar a todas las ofensivas de la NFL durante aquellos años.
Ganó dos anillos del super bowl y acabó su carrera con 40 sacks.
Genio y figura. Después de su retirada, se apartó a una pequeña población y fundó su propia iglesia. También probó con la lucha libre, pero no llegó a ser tan temible como en los emparrillados de la NFL.
Perdió la vida en un accidente de tráfico, y siempre nos quedará la duda de si sus continuos desatinos estaban provocados por los golpes en la cabeza que recibió durante su carrera.
En cualquier caso, nos quedamos con lo que hizo sobre el terreno de juego, que fue mucho y muy bueno.