Greg se sentía muy afortunado. A pesar de que su instituto en Mount Lebanon estaba a menos de diez millas del Three Rivers Stadium, ninguno de sus compañeros tenía boletos para los play-offs frente a los peligrosos Bills de OJ Simpson. Si alguien podía parar al talentoso RB de Buffalo, esos eran la cortina de acero de Pittsburgh, y Greg a sus 17 años lo iba a presenciar desde la yarda 45 gracias a su padre. El Dr. Nixon, que hizo amistad con varios jugadores importantes, como Joe Greene y Terry Bradshaw, no tuvo problemas para cumplir el sueño de su joven hijo.
Todos los amigos de Greg le pidieron que animase sin parar, y que hiciese gestos durante el partido para que lo pudiesen reconocer por la televisión. Pero a Greg se le ocurrió una idea mucho mejor. Era buen dibujante, e incluso asistió a clases de dibujo, animado por sus padres. Así que al llegar a casa, le pidió a su madre una sábana vieja para hacer una pancarta. Corrió al garaje a por los botes de pinturas acrílicas que guardaba en una caja, y se puso manos a la obra. Tenía claro que la pancarta sería para animar a la cortina de acero, así que pensó en pintar a los cuatro jugadores, con sus poses más características y poner un titulo grande en el que se pudiera leer «The Steel Curtain».
Al poco de empezar, mientras esbozaba el cuerpo del primer integrante de la cortina de acero, se dio cuenta de que quizá no tendría espacio para dibujarlos a todos, por lo que pidió a su madre otra sábana, y le apremió para que las cosiera, consiguiendo un tamaño espectacular.
Buscó por su casa las revistas de su padre, y los programas de antiguos partidos, tenía que quedar perfecto, y no tardó en elegir las fotos que le servirían de apoyo para su gran obra maestra. Trabajó durante horas, y al día siguiente, durante más horas todavía, pero faltaban muchos detalles, y quizás no llegaría a tiempo para el partido. Así que decidió faltar a clase durante un día entero, y escondido en su garaje, concentrado y entusiasmado a partes iguales, logró la hazaña de terminar la pancarta justo a tiempo.
Agotado, pero con una sonrisa de oreja a oreja, se fue a la cama mientras su capilla sixtina reposaba en el suelo del garaje.
Llegó el día del partido, y el Dr. Nixon y su hijo se fueron al estadio más de media hora antes de lo habitual. Había que colocar el gran trabajo de Greg en el mejor lugar. Después de varias idas y venidas, finalmente colocaron la pancarta, no sin esfuerzo, en la end zone. No cabía duda, se veía desde todo el estadio.
Incluso llamó la atención de alguno de sus protagonistas, como Joe Greene y L.C. Greenwood, que se acercaron señalando la pancarta, para regocijo de los Nixon.
Greg estuvo más tiempo pendiente de su pancarta, que mirando como la cortina de acero dejaba a OJ Simpson en 49 yardas de carrera, derrotando a los Bills y logrando su pase a la final de la AFC. Antes del final del partido, se dirigió a la end zone para retirar la pancarta, doblarla y de paso, recibir cientos de felicitaciones de una Steelers Nation que estaba viviendo un sueño.
Un sueño que continuó el 23 de diciembre, frente a los Raiders, donde gracias a un touchdown de Franco Harris, los Steelers alcanzarían su primer Super Bowl.
Aunque le hubiese gustado, Greg no asistiría al partido final celebrado en Nueva Orleans, en el Tulane Stadium, frente a los Vikings. Pero su pancarta sí, ya que un empresario local, Steve «Froggy» Morris, propietario de un bar en Pittsburgh, la pidió prestada para que acompañase al equipo en el hasta esa fecha, partido más importante de la historia de la franquicia.
Con la pancarta de Greg de testigo, convertida ya en un icono, y para muchos, en un amuleto. Steelers ganarían el anillo de campeón, el primero de una época gloriosa.
Todos los medios se hicieron eco del fabuloso talismán que apareció en el three rivers stadium, y que había traído el éxito a Pittsburgh. Greg y su pancarta no faltaron a la cita en las grandes ocasiones. E incluso cuando Nixon se mudó a California en 1984, dejó que un amigo suyo la guardase para exhibirla en los partidos importantes.
En 2011, Greg decidió vender su gran tesoro en una subasta oficial celebrada en el marco de la Super Bowl XLV en Dallas. Fue vendida por $57,500.
El talismán cambiaba de dueño, y la suerte del equipo cambió también, ya que perdió la que ha sido su última aparición en un Super Bowl, frente a los packers de Aaron Rodgers.
Ésta es la gran historia de dos sábanas viejas que se convirtieron en el icono de un grupo de jugadores que marcaron una época gloriosa. La cortina de acero.