Without the new stadium, we’d never have been winners
Art Rooney, 1980
El 16 de diciembre de 2000, Bill Clinton era aún y por pocas semanas, el presidente de los Estados Unidos y el Independent Woman de Destiny’s Child encabezaba el Billboard de aquel mes. Woody Allen estrenaba la desternillante Small Time Crooks, mientras que La ratonera, de Agatha Christie, la pieza teatral con mayor tiempo en un escenario, superaba las 20.000 representaciones en el St. Martin’s Theatre de Londres. El más prometedor freshman de este año, el DT de Clemson, Bryan Bresee, aún no había nacido (mi hijo tampoco, le faltaban pocos días y hoy va a la universidad), y Claypool y Bush apenas tenían dos años. En la banda de los Steelers reinaba por aquel entonces Bill Cowher. En concreto, ese domingo 16 de diciembre, desde las 12.37, y después de unos prolegómenos especiales, dirigía a su equipo frente a los Redskins de Terry Robiskie (y del legendario Deion Sanders) en la semana 16 de una temporada que acabaría con un balance de 9-7, insuficiente para acceder a la postseason desde una AFC Central en la que Titans y Ravens dominaron con tanta solvencia, que al final, los de Baltimore, liderados por Ray Lewis, se hicieron con el anillo.
Cuando aquel partido disputado entre Steelers y Redskins terminó a las 15.46 con un contundente 24 a 3 a favor de los locales y con una gran actuación, por cierto, del back Huntley, no se acababa un partido de football, se estaba cerrando una de las etapas más gloriosas de la historia de la NFL. En efecto, aquella tarde, cuando los 58.183 aficionados abandonaron las gradas y se terminaron de duchar los Stewart, Bettis, Ward, Hawkins, Bruener, Faneca, von Oelhoffen, Kirkland, Holmes o Porter, el silencio se hizo para siempre en el Three Rivers Stadium (TRS), treinta años después de haber sido inaugurado.
Tras la Segunda Guerra Mundial, se hizo evidente que el venerable Forbes Field era cada vez menos adecuado para acoger los partidos de los Pirates y los Steelers, especialmente para los del bate, que por su popularidad en aquellos años precisaban de un mayor aforo y, por ende, mayores ingresos por taquillaje. Así, en 1958, los Pirates vendieron el Forbes a la Universidad de Pittsburgh por $ 2 millones, con la condición de poder seguir utilizándolo en tanto en cuanto no dispusieran de un nuevo estadio. La franquicia futbolera se mudó al Pitts Stadium en 1964.
A pesar de que las primeras iniciativas para la construcción de un nuevo recinto datan de 1958, inconvenientes vinculados a la política municipal, financieros y de oportunidad retrasaron en diez años el inicio de las obras, cuando el consejo municipal, coordinado por Arthur Gratz, aprobó las licencias y permisos para la construcción de un coliseo multiusos en la confluencia de los ríos Monongahela, Allegheny y Ohio, en pleno North Shore, de ahí su nombre, colocándose la primera piedra el 25 de abril de 1968. El proyecto estuvo plagado de obstáculos, muchos de ellos de índole económica y presupuestaria – el coste de las obras se elevó hasta los 55 millones de dólares-, laborales, así como de diseño, puesto que los Steelers no querían un estadio abierto, como sin embargo sí lo fueron después tanto el PNC Park como Heinz Field, para así aprovechar las estéticas vistas sobre el Golden Triangle.
El estadio finalmente imitó en su diseño y estructura a otros construidos en las décadas de 1960 y 1970, como el RFK en DC, el Shea en Nueva York, el Riverfront en Cincinnati, el Astrodome de Houston, el Veterans en Filadelfia o el Busch Memorial en St.Louis, que fueron ideados como instalaciones polivalentes para maximizar la eficiencia económica. TRS fue el primer estadio en la NFL y de la MLB en presentar el Tartan Turf de 3M (entonces un competidor del AstroTurf dominante), que se instaló para el día inaugural y que fue retirado y sustituido por el citado AstroTurf en 1983. También el TRS fue pionero en la sponsorizacion de los estadios, suscribiendo un contrato de larga duración con Coca-Cola, del cual surgió el legendario e inolvidable spot de Mean Joe Greene. En ese sentido, fue toda una sorpresa que el nuevo Heinz Field cediera a Pepsi los derechos exclusivos de explotación, rompiendo una tradición de 50 años con la marca de Atlanta.
Sea como fuere y con algunos retrasos en la ejecución, el imponente nuevo estadio se inauguró un 16 de julio de 1970, en plena temporada de la MLB por tanto, con la visita de los Cincinnati Reds, estrenando uniformes para la ocasión y minifaldas para las acomodadoras, aunque este último dress code femenino no fue finalmente autorizado por el sindicato de empleados. Gratz, el día antes de la inauguración, formó un equipo de verificación para probar los inodoros tirando de la cadena de cada uno ellos. En ese primer partido, los Pirates perdieron 3-2 ante 48,846 espectadores, siendo el primer lanzamiento obra de Dock Ellis, un strike frente a Ty Cline. El primer hit fue a cargo de Richie Hebner, en la parte baja de la primera entrada. El TRS acogió el primer partido de béisbol de postemporada que se jugó en una superficie artificial, así como el también primer partido nocturno en la historia de las Series Mundiales. El 30 de septiembre de 1972, el glorioso Roberto Clemente -cuyo nombre bautiza un puente que cruza el Allengheny-, consiguió su hit número 3.000 tres meses antes de su desgraciada muerte. Fue asimismo en el TRS donde en 1998 Sammy Sosa conectó su quincuagésimo séptimo homerun, superando a Hack Wilson, cuyo registro se había mantenido incólume durante 68 años. Dos Commisioner’s Trophy se han paseado por ese diamante en 1971 y 1979.
El estreno del recinto en su versión emparrillada se produjo el 20 de septiembre de 1970 ante los Oilers, con una derrota por 19–7, presagio de una temporada que acabaría con un pobre balance de 5-9. Desde entonces hasta el citado 16 de diciembre de 2000, se disputaron 254 partidos, con un balance en regular season de 169-67-0 y en playoffs 13-5, derrotando a todas las franquicias visitantes al menos una vez desde la apertura del estadio hasta su cierre. Si bien a nadie puede sorprender que los tres líderes históricos en pases, juego terrestre y recepciones en los treinta años del TRS sean Bradshaw, Harris y Stallworth, sin embargo llama la atención que la mejor actuación en un solo partido de liga regular lo protagonizara Mark Malone, cuando el 30 de septiembre de 1985 completó 26 de 44 pases para 374 yardas, tres touchdowns y dos intercepciones ante Bengals (que no le sirvió para ganarles) o que Neil O`Donnell lo fuese en playoffs, el 15 de enero de 1995 ante Chargers en el AFC Championship, completando 32 de 54 pases, para 349 yardas y un touchdown, que tampoco fue suficiente para alcanzar el Super Bowl de aquel año. En ambos casos, muy lejos de la estratosférica perfomance que Big Ben nos brindó en Heinz Field el 26 de octubre de 2014, cuando completó 40 de 49 pases, para 522 yardas y seis touchdowns. En cualquier caso, el TRS ha sido testigo de siete campeonatos de la AFC entre 1972 y 1998, de lo que los locales ganaron cuatro, como los Lombardi que se atesoraron durante ese memorable periodo.
Pero más allá de los fríos datos estadísticos, el TRS ha sido testigo de momentos absolutamente indelebles para la historia de la franquicia: desde el milagro inmaculado acaecido el 23 de diciembre de 1972 hasta el Championship Game de 1995, cuando Randy Fuller desvió un Hail Mary lanzado por Jim Harbaugh y destinado al receptor de los Indianapolis Colts, Aaron Bailey, ya con el tiempo expirado, que le valió al equipo su pasaje para su quinto y desgraciado Super Bowl o, cómo no, el 27 de diciembre de 1975, fecha en la que se puso en práctica la iniciativa de Myron Cope y treinta mil toallas amarillas ondearon enloquecidas en el graderío llevando en volandas a la franquicia al triunfo, primero ante los Colts de Marchibroda en el divisional, luego frente a los Raiders de Madden en el conferencial, para culminar en el X Super Bowl del que ya hablamos aquí en el anterior post.
En cualquier caso, es de todos sabido que las tendencias arquitectónicas son volubles y, en ese sentido, a principios de la década de los noventa, los estadios multiusos ya no eran cool y además, su rentabilidad económica era escasa. En ese contexto, tanto Pirates como Steelers propusieron la construcción de nuevos recintos deportivos, culminando ese proceso en la Iniciativa Regional Renaissance, consistente en un incremento del gravamen municipal sobre las ventas para la financiación de las nuevas instalaciones. Tras un intenso y acalorado debate político en toda la región suroeste de Pensilvania, la iniciativa fue rotundamente derrotada en los once de los doce condados y, consecuentemente, rechazada. No obstante este revés político, se arbitró un proyecto alternativo que se financiara con fondos del Distrito de Activos Regionales de Allegheny (un impuesto adicional del 1% sobre las ventas aplicado al condado de Allegheny), dinero estatal y federal y otros recursos secundarios. Este plan financiero sí fue finalmente aprobado el 3 de febrero de 1999 por la Cámara y el Senado del Estado de Pensilvania, despejando el camino para la construcción tanto de Heinz Field como del PCN Park.
Al margen de su destino deportivo, las características del TRS le situaron como opción favorita para la celebración de todo tipo de eventos, desde conciertos musicales (Alice Cooper, Led Zeppelin, Pink Floyd, The Rolling Stones, The Who, Bruce Springsteen y la E Street Band o NSync, protagonistas del último concierto en el TRS y del primero en Heinz Field) a macro encuentros de testigos de Jehová, pasando por escenario para el estreno de films como Angels in the Outfield.
A las 8.03 horas de un frío 11 de febrero de 2001, más de 20.000 personas fueron testigos de una paradójica escena: mientras el viejo TRS se convertía en escombros y polvo merced a los 2.000 kilos de explosivo plástico colocado en sus cimientos, a escasos 25 metros, asomaba entre la polvareda el nuevo Heinz Field.
En el solar donde estuvo el TRS se construyó un gran aparcamiento, así como el Stage AE, un recinto polivalente para todo tipo de congresos y conciertos, un edificio de oficinas y las sedes de StarKist Tuna y de Del Monte Foods.
El 23 de diciembre de 2012, en el cuadragésimo aniversario de la Inmaculada Recepción, los Steelers develaron un monumento en el lugar exacto donde Franco Harris recogió el oval.
En el actual Heinz Field también han habido grandes momentos (la retirada de Kordell en 2002, el inolvidable AFC Championship de 2008 ante Ravens, el heróico Mud Bowl ante Miami de 2007 o, como no, el atropello que sufrió el extraordinario Urlacher ante Bettis en las nieves de 2005); formidables conciertos (Guns n’ Roses, Rolling, Gareth Brooks); rodajes de películas (The Dark Night Rises); NHL Winter Classic e incluso partidos de soccer correspondientes a la International Champions Cup. Sí, todo eso está muy bien, pero de momento, dos Lombardis. Hasta 2030 aún está a tiempo de igualar, al menos, a su inolvidable antecesor. Un buen comienzo sería no encabezar el ranking de la NFL en drops…