Ya escribí en otra ocasión sobre por qué soy de los Steelers, y el texto se tituló “Mi soledad como fan del fútbol americano” (podéis leerlo aquí). Es un título muy triste para una historia que cuenta algo tan maravilloso como convertirse en fan de los Steelers, pero en aquella época, no tenía a nadie cercano con quien disfrutar de mi afición a la NFL y ese es el título que definía mis sentimientos.
Como se trata de algo que ya conté, no quería que este nuevo texto fuese igual, así que voy a intentar descubrir el porqué de esa soledad que sufrí en cuanto al fútbol americano se refiere.
Mi padre prendió la llama del fútbol americano en mi cabeza, al comprarme un gorro de los Steelers en un mercadillo callejero cuando tan sólo era un niño. Pero no recuerdo jamás una conversación con él de deporte norteamericano, jamás. Siempre que hablamos de deportes, es siempre de fútbol, de su querido Atlético de Madrid, del Albacete o del Barça.
Hasta cierto punto es normal, que un señor que nació en 1950 en un pequeño pueblo de la provincia de Albacete no hable con sus hijos sobre baseball, football, NBA o Hockey. En mi casa no éramos abonados al Canal +, y no se veían esos deportes en el televisor.
De lo que sí me hablaba mi padre es de su estancia en los Estados Unidos, de como llegó embarcado en un petrolero de bandera panameña, que se llamaba Gothic Lady. De como navegaron por la bahía del Hudson. Me hablaba de la estatua de la libertad, de Albany, del puerto de New York, de Philadelphia. De como alucinó en las calles de la ciudad con las camisetas que se vendían de Elvis Presley, que acababa de morir poco antes de llegar él.
Estuvo allí desde mediados de septiembre hasta el 16 de diciembre del 77, y tuvo tiempo libre para conocer la ciudad de los rascacielos, pero jamás me habló de nada relacionado con el deporte.
Me hago ahora algunas preguntas, ¿qué aconteció en el deporte de New York durante aquellos meses para que mi padre lo ignorara? ¿Tuvo la oportunidad de ver jugar a la Steel Curtain? Trataré de responderme.
Pittsburgh jugó en New York el 27 de noviembre del 77, en el Shea Stadium frente a los Jets, y ganaron gracias a sendos TD de Lynn Swann, John Stallworth y Franco Harris.
Situado en Queens, el Shea Stadium daba cobijo a los Jets y a los Mets de las grandes ligas de baseball. Curiosamente, el último partido de football que se jugó en dicho estadio, fue un Steelers vs Jets que se saldó con una nueva victoria de Pittsburgh en diciembre del 83.
Mi padre estuvo bien cerca de Chuck Noll y sus guerreros. Pero quizá la ciudad palpitaba con el baseball, ya que los New York Yankees jugaron durante octubre del 77 las series mundiales contra Los Angeles Dodgers, obteniendo New York la victoria el 18 de octubre del 77 en el Yankee Stadium II del Bronx ante más de 56 mil espectadores.
Recuerdo que algo escuché de mi padre acerca del Bronx, pero se le olvidó comentar que había un estadio legendario por allí.
También me habló de Manhattan, de central park, pero no mencionó nada del Madison Square Garden, que además de la NBA también albergaba los partidos de Hockey de los New York Rangers.
Estuvo en New Jersey, recuerdo que algo me dijo de aquello. Allí había un flamante estadio nuevo, el Giants Stadium, y como bien ha quedado claro en los párrafos anteriores, la NFL, NHL, MLB, NBA, etc., le traían sin cuidado. Pero es que en el Giants Stadium, en octubre del 77, Pelé jugó su último partido como futbolista profesional, en un acontecimiento mundial en el que se enfrentaron el NY Cosmos y el Santos FC. Pelé jugaría una parte con cada equipo.
Podría escribir un libro con todo el deporte que se jugó durante aquellos meses a pocos minutos de donde mi padre pasaba su tiempo libre tras su jornada de trabajo.
Ahora alucina cuando me ve con ropa de NFL, y yo le agradezco profundamente que cuando tuve frío en las orejas me comprara un gorro de Steelers.
Quizá algo sabía de aquello, aunque no me dijo nada.