¿Qué le parecería a cualquiera de ustedes que, siendo el primogénito en su familia, al hermano cuatro años menor también le hubieran bautizado con su mismo nombre, le pusieran casi su misma ropa, le colocaran a jugar en su misma habitación, justo a la izquierda de la alfombra y con los mismos juguetes y, para colmo, el dichoso hermanito acaparara toda la atención de su entorno?
Pues eso es exactamente lo que tuvo que vivir Jack Raphael Ham Jr. durante toda su carrera profesional en los Steelers. Con una particularidad: mientras cualquiera de nosotros hubiera experimentado unos celos y un resentimiento fraternal perfectamente comprensible, Jack Ham encajó esa situación no sólo con la más absoluta naturalidad, sino, además, convirtiendo esa circunstancia en un poderoso estímulo para la mejora, la proyección y el aprendizaje que, a la postre, le convirtió en el mejor LOLB de la historia de este juego.
Ya habrán advertido que el segundogénito en nuestra familia acerera no era otro que Jack Lambert. Créanme, hay que ser muy, pero que muy buen jugador para ejercer de linebacker durante más de diez años al lado de un icono no solo deportivo sino moral, social y cultural como lo fue Lambert durante aquella década dorada. Y, sin embargo, Ham no sólo demostró que había vida en esa línea a la sombra de Mad Jack, sino que, sin sus cualidades técnicas, tácticas y personales, aquellos Steelers nunca habrían alcanzado los hitos que lograron.
Que Lambert y Ham fueron como hermanos del emparrillado no es una manera de hablar, pues sus biografías son en muchas ocasiones asombrosamente convergentes. De origen rural en ambos casos; hijos de zonas con rancia raigambre futbolística; minusvalorados deportivamente por sus perfiles físicos; con personalidades poco expansivas; profundamente leales y arraigados a su entorno familiar y profesional…no en vano, Ham ha manifestado en muchas ocasiones que no es amigo de guardar recuerdos, galardones o trofeos. Sin embargo, en su formidable casa tudor de la zona residencial de Sewickley, ocupa un lugar preminente la inolvidable imagen de los tres tenores en el vestuario (por cierto, los otros tres tenores, Pavarotti, Domingo y Carreras, es su música favorita).
En efecto, si Lambert vino al mundo en la pequeña Mantua de Ohio, a la vera de Cleveland, Ham lo hizo en Johnstown, noventa kilómetros al este de Pittsburgh, la típica población del Valle del Ohio umbilicalmente conectada con el hierro, el carbón y el acero, al punto que la mercantil Cambria Iron Company se convirtió en 1860 en la principal productora de acero en los Estados Unidos, superando a los gigantes acereros en Pittsburgh y Cleveland, convirtiéndose en la segunda mitad del siglo XIX en el mayor fabricante del alambre de púas de la nación. Las nuevas regulaciones en materia de medio ambiente de finales del siglo XX afectaron notablemente a la producción acerera de la localidad, focalizando entonces su economía en la generación de fuentes de energía más limpias, radicándose de hecho en la ciudad la empresa española de energía eólica Gamesa, que en 2006 inauguró su primera planta de fabricación de palas de aerogeneradores en Estados Unidos.
El joven Ham se educó en la Bishop McCort, una escuela católica y privada con un extraordinario programa deportivo, en el que sin embargo destacaba el hockey hielo muy por encima del football. Y es que Johnstown fue el germen profesional del puck en los Estados Unidos, no en vano, en 1941 se asentaron allí los Johnstown Blue Birds durante una temporada, y en 1950 los Johnstown Jets (actualmente Ham es propietario minoritario de los Johnstown Tomahawks de la Liga Norteamericana de Hockey [NAHL]).
En cualquier caso, y a pesar de este dato, llama la atención la cantidad y calidad de jugadores de la NFL que han pasado por este instituto. Además de Ham, deben destacarse a John Stofa, Andrew y Artrell Hawkins, Peter Duranko y, desde luego, a los hermanos Bradley, James y Tom, el primero de ellos, capitán de los Nittany Lions entre 1971 y 1975 y actual traumatólogo y cirujano en los Steelers y el segundo, entrenador de linebackers entre 2019 y 2020 en la franquicia acerera.
En el McCort Ham, con el 66 a la espalda, fue tackle ofensivo suplente en su segundo año, titular en el tercero y sólo en su último curso tuvo una oportunidad en el linebacking, no destacando especialmente dada su escasa envergadura -1.85 cm.- para los cánones de su tiempo, por lo que, tras graduarse en 1967, únicamente el Instituto Militar de Virginia mostró cierto interés por él, pero como apenas superaba los 80 kilos de peso, el responsable del programa de fútbol le recomendó que pasara un año en la escuela preparatoria de la Academia Militar Massanutten, también en Virginia, con el objetivo de ganar músculo y envergadura.
Sin embargo, pronto Ham se dio cuenta que la vida militar no era lo suyo. Tras rechazar becas de pequeñas universidades y percibiendo que su nivel futbolístico no había mejorado, decidió matricularse en Penn State, con su campus de State College a poco más de una hora de coche de su casa en Johnstown, pero sin adscribirse a programa deportivo alguno. En el destino de Ham se cruzó un antiguo compañero de secundaria, Steve Smear, también matriculado en Penn, quien convenció al reclutador George Welsh para que le ofreciera a Ham una última beca para el programa de fútbol. Ese providencial encuentro convertiría en nuestro Jack en una pieza legendaria de los Nittany Lions entre los años 1968 a 1970, logrando con el dorsal 33 la asombrosa marca de treinta y una victorias consecutivas, con balances de 11-0, 11-0 y 7-3 siendo elegido en 1970 para el All-American. En 1990 fue incluido en el Salón de la Fama del Fútbol Americano Universitario y en 2014, designado como el mejor atleta de todos los tiempos de Penn State, siendo el único en tener un busto también Canton, donde, por cierto, no es casualidad que su presentación la realizara Joe Paterno, figura absolutamente clave en su progresión como jugador y como persona, de quien en aquella ceremonia dijo que lo que más admiraba de aquel muchacho tímido era su “carácter fuerte y equilibrado, su compromiso con el profesionalismo, dando ejemplo a muchos niños inseguros de un estándar para entrenar. Fue realmente era un líder a su manera. Un líder que es difícil para mí describirles lo mucho que un entrenador puede apreciar. Era un hombre muy inusual. No puedes tener un buen equipo de fútbol a menos que consigas un equipo comprometido a mejorar un poco cada día en los entrenamientos. Pero tienes que prepararte para entrenar bien y Jack Ham lo hizo. Nunca perdió el tiempo en el campo de prácticas.”
Pero una vez más, como ya le pasara a su compañero Lambert en Kent, e incluso a pesar de sus destacados éxitos en Penn State, los profesionales le seguían considerando un jugador lastrado por su tamaño. Aun hoy, Dough Whaley, quien fuera coordinador de personal de los Steelers bajo las órdenes de Colbert, sostiene deslenguadamente que los 6 pies con 1 pulgada y 220 libras de Ham le condenarían en la actual NFL a ser suplente en los equipos especiales.
Sea como fuere, en el draft de 1971 celebrado en el Belmont Plaza Hotel de Nueva York, y a pesar de no estar ni mucho menos en las agendas de los ojeadores de las franquicias por ese motivo, al final fue el segundo linebacker seleccionado únicamente por detrás del gran Isiah Robertson, elegido por Rams en primera ronda y que esa temporada fue precisamente elegido mejor rookie del año. La noche anterior, Ham recibió dos llamadas de los Giants y los Chargers, asegurándole que sería su elección, lo que no se verificó finalmente, al convertirse en la segunda elección de Steelers, que siguió priorizando la remodelación de su ofensiva que ya había iniciado el año anterior con las elecciones de Bradshaw y Shanklin, y que ahora se reforzaba con otro receptor, Frank Lewis, de la universidad de Grambling, tradicional caladero de grandes talentos negros. En cualquier caso, no debe confundirnos este primer pick con la filosofía estratégica de la franquicia: con el #2 se eligió a Ham, con el #4 a Dwight White, con el #8 a Ernie Holmes y con el #11, a Mike Wagner. En otras palabras, se estaba tejiendo la Cortina de Acero.
A diferencia de las aberrantes escenas de Instagram con los seleccionables en el salón de sus casas rodeados de familiares y amigos todos con el correspondiente celular en la mano, a Jack el día del draft le pilló trabajando en un concesionario de coches. Y, para qué engañarnos, la llamada de Dan Rooney no le hizo mucha ilusión.
Hay que decir que Ham venía de un equipo universitario acentuadamente ganador, por lo que, en un principio, ser reclutado por una franquicia que arrastraba una trayectoria singularmente negativa no era el escenario soñado. Recuérdese que los Steelers sólo habían pisado los playoff en 1947 y la temporada anterior, la de 1970, fue, para variar, mediocre, con un balance de 5-9 en la AFC Central. Por otra parte, consideraba que el futbol profesional era una oportunidad única para que un mozo del medio oeste conociera mundo, habiendo albergado la ilusión de vivir en la soleada San Diego o en la cosmopolita Nueva York. Además, para sus condiciones técnicas, el wide open de los Chargers de Sid Gillman podía ajustarse mejor a su velocidad y dinamismo.
Los Steelers de 1970, defensivamente hablando, se disponían con el clásico 4-3, con Voss, Greene, Hinton y McGee en la línea, colocando a tres linebackers por detrás, formando a la izquierda Hillebrand, en el centro Allen y a la derecha Russell. En la temporada siguiente, ya con Ham en el roster, Noll coloca en la Depth Chart defensiva a Greenwood, Greene, Voss y White, con Davis, Allen y Russell como linebackers. Pero ya en la segunda semana, Davis es sustituido por el novato Ham, a quien ya nadie discutirá el puesto en los siguientes diez años. Y eso que sus primeros meses en Pittsburgh no debieron ser fáciles dado su aspecto físico. Art Rooney, Jr. estuvo a punto de expulsarlo de las pruebas físicas al confundirlo con un repartidor e incluso se le prohibió la entrada por el acceso de jugadores en el Three Rivers Stadium el día de su debut ante Bengals el 26 de septiembre de 1971, porque el guardia de seguridad no podía creer que ese imberbe «bajito» jugara de defensa en la NFL.
En su temporada como rookie jugó trece partidos como titular, logrando dos intercepciones, un sack, un fumble recuperado y siendo votado el séptimo rookie defensivo del año. Su dorsal aquel año y toda su carrera deportiva en Pittsburgh fue el 59, anteriormente portado por Wendick en 1941; Foltz en 1945; Levanti en 1952 y Ray May entre 1967 y 1969. Cuando se retiró, y siguiendo la norma no escrita de la casa de no colgar oficialmente camisetas de jugadores (con las excepciones de Stautner, Greene y Harris) aunque sí tácitamente, sin embargo, en el draft de 1983, Dick Haley eligió en tercera ronda al linebacker Todd Seabugh, de la universidad de San Diego, en quien vio un digno sucesor de Ham, dada su velocidad, versatilidad ante el pase y la carrera. “No hay muchos tipos que puedan compararse con Jack Ham, pero éste es uno de ellos”. De modo que le entregó el sagrado número 59, para horror de todo Pittsburgh. No jugó un solo partido aquella temporada, retirándose al final de la misma. Los Haley y su proverbial agudeza visual. Con Malik Reed estuvo a punta de blasfemarse de igual forma, pero al final la sangre no llegó al río.
En fin, en su segunda temporada, Ham se consolidó como pieza fundamental en la trama defensiva diseñada por Bud Carson, interceptando siete pases y recuperando cuatro fumbles -ámbito donde se convirtió en un verdadero especialista-, anotando el único touchdown de su carrera y contabilizando dos sacks. Además, aquel recelo por haber aterrizado en una franquicia que llevaba treinta años tomando vacaciones en enero se empezó a disipar, pues aquel año Ham participó en la refundación deportiva y moral del equipo, cuando el 23 de diciembre de 1972 (el día de su vigésimo cuarto cumpleaños) colaboró en la primera victoria de los Steelers en playoff interceptando un pase a Daryle Lamonica y coadyuvando (minuto 12.30 de la grabación), consecuentemente, en que se produjera el milagro de los milagros.
Un año después, en 1973, Ham fue seleccionado All-NFL por vez primera de las seis ocasiones en que lo logró, a lo que seguirían ocho convocatorias como Pro Bowler, único miembro elegido por unanimidad del equipo de la Década y miembro de los equipos NFL del 75 y 100 aniversario, además de los máximos reconocimientos por su equipo, naturalmente y, por encima de esos galardones, el afecto y consideración de la afición. Hay una anécdota que describe arquetípicamente su personalidad y lo que para Pittsburgh supuso Jack. Él y su por entonces prometida Joanne Fell asistían a misa el domingo por la noche en una iglesia de Pittsburgh cuando el sacerdote, en mitad de su homilía preguntó: «¿Qué tal esos Steelers?» Interrogó a la feligresía si Dan Rooney estaba presente, y al no estar, un parroquiano se puso de pie y anunció que Ham sí lo estaba. La iglesia entera prorrumpió en un interminable aplauso en medio de la ceremonia. «Me dieron una gran ovación como si estuviéramos en el estadio. Incluso me quedé después de misa y firmé autógrafos», recuerda Ham.
Ham pegaba tan fuerte como Lambert (no más). Interceptaba más que Lambert (sus treinta y dos intercepciones lo ubican en el tercer lugar de todos los tiempos entre los linebackers, solo por detrás de Don Shinnick y Stan White. Seguramente algo tendrá que ver que antes de cada partido, mantenía la superstición de que Terry Bradshaw le lanzara siempre varios pases, lo que le ayudaba con las manos, no en vano, el Blonde Bomber lanzaba con tanta potencia que resultaba un calentamiento extraordinario). Era más rápido y dinámico que Lambert (los cincuenta y tres balones recuperados son la cima en la historia de la NFL para un back no defensivo, siendo habitualmente utilizado por Noll en los equipos especiales como bloqueador de punts). The Emperor Chaz confesó que las primeras diez yardas de Ham eran insuperables, por encima de corredores y receptores como Franco o Swann. Además, era prácticamente imposible que cayera en una motion. Su inteligencia defensiva le hacía anticipar la jugada de ataque la mayoría de las veces, convirtiéndole en una amenaza constante para los sistemas ofensivos y en generador de big plays defensivas, salvo con Earl Campbell, del que decía que podía avergonzarte en cualquier momento. El gran Maxie Baughan dijo de él que «Fue uno de los jugadores más inteligentes que jamás haya jugado en esa posición. Era capaz de diagnosticar las jugadas. Nunca podrías engañarlo». George Perles, coordinador defensivo en Pittsburgh y mítico entrenador jefe en Michigan State, consideraba que Ham «estableció nuevos estándares en el fútbol americano moderno para los linebackers externos». «Nunca he visto a nadie jugar mejor en la posición de linebacker externo que Jack Ham«, dijo una vez Tony Dungy. «Los fundamentos, la técnica, la conciencia y la capacidad atlética fueron excepcionales. Era el paquete completo».
Entonces ¿fue mejor linebacker que su hermano Jack? Jugando por fuera, sin duda. Su velocidad, colocación y capacidad de desborde por el flanco eran insuperables, a lo que se sumaba una presciencia prodigiosa para interceptar líneas de pase. Ahora bien, en la vida y en el deporte hay intangibles que no responden a parámetros técnicos, tácticos o físicos. El liderazgo de Lambert, su fortaleza mental y su capacidad de intimidación fueron factores capaces por sí mismos de desbaratar no sólo un sistema ofensivo, sino de sostener a una franquicia sin quarterback, sin corredores y sin receptores como hizo en 1976. Ham ganaba partidos, Lambert campeonatos.
En cualquier caso, eran extraordinariamente complementarios, y ojo, sin dejar de lado al papel fundamental que en esa troika jugó Andy Russell, de quien Ham, en su discurso en Canton dijo: “Una cosa sobre el número 34, Andy Russell, la persona que probablemente más influyó en mi juego y me convirtió en el jugador en el que finalmente me convertí. Me enseñó más sobre el fútbol, más sobre la parte mental del juego”.
Pero su paralelismo vital con el temible 58 no acaba ahí. Si Lambert tenía una cohorte de lunáticos detrás, Ham es el pedazo de jamón más famoso de la historia merced a sus fieles Dobre Shunka, que junto con el Franco’s Army, configuraron los más bizarros clubs de fans de toda la NFL.
Y hasta el final de sus respectivas carreras fue análogo. De una fiabilidad extraordinaria, Lambert únicamente se perdió seis encuentros en sus diez primeros años, mientras que su compañero Ham, cuatro en el mismo periodo. Sin embargo, sendas lesiones, en el dedo de Lambert por culpa del maldito turf del Three Rivers y el pie de Ham, que le hizo perderse el XIV Super Bowl, les llevaron a la retirada, y en ambos casos de manera serena y asumiendo que ya no podían rendir al nivel que el estándar les exigía. En febrero de 1983 Ham y dos años después, en julio de 1985, su colega Lambert.
Tras colgar las botas, Ham comenzó una carrera como comentarista para las transmisiones de radio nacionales de los partidos de la NFL, presentando más adelante un programa en Pittsburgh con Mark Madden en ESPN Radio 1250, así como participando como analista deportivo para Penn State Radio Network y en la red de radio Westwood One. Y todo ello compatibilizándolo con el desarrollo de su titulación académica de ciencias empresariales, entrando directamente en el negocio del carbón para una compañía en su ciudad natal de Johnstown.
Pero por encima de esas actividades, Ham se ha volcado en los últimos años en luchar contra el dolor y las adicciones a los opiáceos a través de tratamientos basados en la marihuana medicinal, algo que el 59 conoce perfectamente pues convivió con compañeros cuyas lesiones crónicas los hicieron dependientes de los analgésicos. De hecho, Dwight White y LC Greenwood, murieron después de cirugías a las que se habían sometido por sus intensos dolores de espalda, y Ham confiesa que no dejaba de pensar: «¿Qué otras cosas podrían hacer para controlar su dolor?». Los opioides, incluida la heroína, matan a 59,000 personas al año en todo el país. Ham, que creció en Johnstown, había visto cómo los opioides asolaban su ciudad, por lo que se puso a disposición de la empresa de marihuana medicinal AGRiMed para ser su portavoz.
El próximo 23 de diciembre, el otro Jack cumple 75 años. Ese mismo día, adivinen quienes juegan en el EstadioAntesLlamadoHeinzField…en efecto, los mismos Bengals que le vieron debutar aquel 26 de septiembre de 1971. El futbol es maravilloso. Espero ardientemente que los desnortados Rooney celebren esta efeméride de diamante como merece el mejor linebacker exterior de la historia de la NFL. ¡Parche en la camiseta ya!
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