En estos tiempos que nos ha tocado vivir, con una pandemia que está asolando a todo el planeta y que se ceba con los más desfavorecidos. Vemos como ciertas personas, que tienen en su poder grandes fortunas, se lanzan a ayudar a los que ahora mismo más lo necesitan. Todos lo agradecemos de corazón. Nos damos cuenta, en las peores situaciones, de quien es buena persona y le gusta ayudar a los demás. Una de esas personas tan especiales, fue sin duda Art Rooney, en la época que a el le tocó vivir.
Art Rooney nunca tuvo ningún problema con el color de la piel. De hecho, gozaba de una gran reputación entre la comunidad afroamericana de Pittsburgh.
Joseph “Showboat” Ware, quien fuera un excepcional atleta en todos los deportes que jugó, describió a Art como “Un Robin Hood, el fue excepcional, hizo cosas realmente increíbles. Por ejemplo, si un niño necesitaba una operación, él ponía el dinero. Se preocupaba de la gente que pasaba hambre en la calle, les conseguía leña y carbón, nunca les abandonó”.
Art Rooney tuvo una gran amistad con Gus Greenlee, quien fuera el propietario de un equipo de baseball de Pittsburgh que jugó en las “Negro Leagues”. Cabe recordar que en la época en la que forjaron su amistad todavía existía en el deporte norteamericano una gran segregación racial. Hasta tal punto que Art, fue muy criticado por ciertas personas, cuando decidió usar el Greenlee Field (estadio construido por Gus Greenlee para su equipo de baseball, con capacidad para 7500 aficionados) para las prácticas del equipo de football.
Por supuesto, Art fue pionero en la contratación de personas de color, tanto para el equipo, como para el front office.
Son muchos los testimonios de gente que fue ayudada por Art, e incluso que fue invitada a su propia casa para comer un plato de comida caliente.
Durante la “gran depresión”, el bueno de Art promovió al menos dos galas de boxeo al mes, cuya recaudación fue a parar a los desfavorecidos. Así mismo, cada temporada, la recaudación de uno de los partidos del equipo de Football, iba destinada íntegramente a diversas causas sociales, como por ejemplo, al comedor para veteranos de la segunda guerra mundial.
Art estaba muy involucrado con su comunidad, y era un habitual en los funerales de sus conciudadanos, hasta tal punto que llegó a asistir a varios en el mismo día. Y por supuesto, costeó de su bolsillo muchos de ellos.
Por supuesto, también ayudó a sus trabajadores. A los cuales trató como si fuesen de su propia familia. Cuando Lowell Perry sufrió una grave lesión durante la temporada de 1956 y dejó el football, Art se hizo cargo de todos los gastos médicos y le consiguió un trabajo como comentarista en la radio, así mismo, también le pagó los gastos de la facultad de derecho. Además fue contratado como entrenador de receptores, convirtiéndose en el primer entrenador afroamericano de la NFL, también fue el primer comentarista afroamericano en narrar un partido para la televisión nacional cuando aceptó el puesto ofrecido por la CBS en 1966.
Y no fue el único jugador que fue ayudado por Art al acabar sus carreras deportivas y entrar en el mercado laboral. Como ya comenté en el artículo dedicado a Ernie Holmes, Art le ayudó en todo lo que pudo tras su famoso incidente con la policía.
En 1983, cuando el talentoso Gave Rivera, que fue la primera elección en el draft para Pittsburgh, sufrió un accidente que le dejo paralizado de cintura para abajo. A diario, Art desayunó y acompañó a misa a la madre de Gave, para luego ir juntos al hospital, a estar junto a la cama de cuidados intensivos donde Gave era tratado.
Son personas como Art Rooney las que cambian el mundo. Dejó una huella imborrable en su ciudad, Pittsburgh, y todos le recuerdan con cariño.